El problema histórico como puerta a la ciudadanía
- Aleyda Leyva
- 20 jul
- 2 Min. de lectura
Una experiencia que nace desde la práctica docente… y también desde la duda
Después de varios meses sin publicar en este querido espacio que es Cuaderno 2.0, hoy regreso con algo que me ha tenido reflexionando durante semanas: el problema histórico. No como teoría, no como “algo que hay que enseñar”, sino como una verdadera herramienta para formar conciencia ciudadana desde las aulas.
A decir verdad, este post no estaba planeado, hace unos días recibí una llamada para invitarme a compartir mi experiencia con docentes fortaleza de la especialidad de una UGEL. Aunque debo decir que estos aprendizajes surgieron, como muchos aprendizajes docentes: desde la confusión. Algunos colegas de Ciencias Sociales participaron en una capacitación sobre el enfoque del problema histórico… pero salieron con más preguntas que respuestas. Eso, sumado a lo difícil que ha sido encontrar material en español con claridad y profundidad, me llevó a aceptar un reto: dar un taller práctico sobre el tema.
Así nació la presentación que comparto al final de este artículo. Pero también surgieron muchas preguntas que me ayudaron a ordenar lo que, sin saber, ya venía aplicando con mis estudiantes:
¿Cómo conectar un problema histórico con la vida real del estudiante?
¿Cómo evitar que se quede en una lista de causas y consecuencias?
¿Cómo llevarlo desde una situación significativa hasta un producto ABP con sentido?
Lo que aprendí preparando este taller
Que el problema histórico no nace del contenido, sino del estudiante.
A veces creemos que basta con hablar de esclavitud, guerras o conquistas. Pero los chicos no siempre conectan. En cambio, si partimos de sus experiencias —como la injusticia en clase, los celos entre amigos, las rupturas afectivas—, podemos mostrarles que la historia está viva en sus emociones y decisiones.
Que no se trata solo de “formular preguntas”, sino de activar pensamiento histórico.
He procurado mostrar en el taller cómo las preguntas históricas nos invitan a comparar, argumentar, empatizar y dudar. Y también a posicionarnos éticamente, algo que me importa mucho como docente.
Que enseñar historia sin ética, es solo repetir fechas.
En el taller he incluido referencias a Eduardo Infante y Alain de Botton, quienes me ayudaron a mirar los sentimientos no como excusa, sino como material de reflexión. ¿Cuántas veces justificamos lo injustificable “porque así se sentía”? A veces, nuestros estudiantes también lo hacen. Por eso enseñar historia es también enseñar a pensar con el corazón en su lugar.
¿Qué encontrarás en este recurso?
Una presentación descargable y editable con ejemplos prácticos, progresivos y éticos.
Casos concretos que articulan situación significativa, contenido curricular, problema histórico, pensamiento histórico y producto ABP.
Un enfoque sincero, pensado desde la práctica y para la práctica.
Para cerrar (o para empezar otra conversación)
Este material no es perfecto. Como toda propuesta pedagógica, nace en la escuela y espera crecer con otros docentes. Por eso me animo a compartirlo antes del taller. Porque quizás tú también estás buscando cómo hacer que tus estudiantes no solo aprendan historia, sino aprendan a vivir con conciencia histórica.
Si algo de esto te sirve, si tienes sugerencias, si quieres sumar, ¡bienvenido sea!
Con cariño y compromiso,
Aleyda Leyva Chévez
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