El siglo XXI y el contexto de pandemia en el cual nos encontramos todas las comunidades de este planeta nos ha hecho comprender de forma abrupta, sí que no lo habíamos comprendido ya, el que vivimos en una sociedad globalizada, en la cual los procesos económicos, los desarrollos culturales e incluso los gustos personales son consecuencia de la interrelación que mantenemos de gorma directa o indirecta con todo el mundo.
La escuela, que ahora se revela como una organización que va más allá de la formación de “trabajadores mecánicos” pensando que su principal objetivo es la inserción laboral de los estudiantes o el que puedan demostrar superioridad en exámenes internacionales como el PISA, ahora concebimos en el educando a una persona compleja, con múltiples necesidades y agente activo del cambio en si entorno, no puede mantenerse fuera de la globalización.
Esto demanda una serie de cambios en los procesos metodológicos, cambios profundos que deben ir más lejos de cambios cosméticos que en apariencia son novedosos y por ello importantes, pero que no generan un cambio estructural y perdurable orientado a la nueva visión del mundo y la sociedad.
Si bien se ve el impacto de las llamadas metodologías activas que direccionan al desarrollo de proyectos de aprendizaje como la Educación Intercultural (Proyecto “Conectados por las TIC”, “Creactivos en cuarentena” y “Ayni Educativo”) o Educación Servicio (“Museos virtuales educativos”) son relevantes en un proceso de cambio orientado hacia la ciudadanía global, no consiguen, por sí solos, articular todos los procesos necesarios para el desarrollo de una Educación Transformadora, humana, crítica y creativa, constructora del cambio. Es en este contexto y de estas necesidades que surge la Educación para la Ciudadanía Global.
Las ideas relacionadas a una Ciudadanía Global surgen con las Naciones Unidas en 1945 pero ha vivido un proceso de crecimiento y transformación hasta llegar a los conceptos que ahora la definen, es decir, que pueda ser comprendida como una ciudadanía que trasciende el espacio y tiempo para alinearse con una ética global, concepto que hace cincuenta años nos hubiera parecido extraído de alguna novela de ciencia ficción, pero que hoy vemos más cercano y necesario. Es así que la Ciudadanía Global es un modelo social y político respetuoso de la dignidad humana y en donde cada persona es consciente de su pertenencia a una comunidad local y global, comprende la importancia de sus actos y las repercusiones que estos podrían tener en cada punto del globo terrestre; es por ello que asume el compromiso de ser constructor de un mundo más justo, equitativo y sostenible.
La ciudadanía global nos lleva a una nueva comprensión del currículo, la escuela, la sociedad y el mundo en donde el educando, como agente activo (ciudadano global) se descubre conectado con su entorno, en el cual descubre herramientas para generar el cambio del cual venimos hablando, esto les permitirá cambiar las condiciones de su propia vida, la comunidad en la cual viven y el mundo entero. Este enfoque no es nuevo, ya los hemos abordado desde la escuela con propuestas relacionadas a Educación para la paz, los derechos humanos o la equidad de género.
La ciudadanía global debe conducir al cambio, el que a su vez se encuentra sustentado en los principios éticos que promuevan una convivencia armónica con la sociedad global y con el mundo entero.
Es por ello, que animados por las experiencias previas institucionales y por las necesidades demandantes del siglo XXI que nos llevan al desarrollo de nuevas metodologías orientadas a la ciudadanía global, es que surge la propuesta Misión ODS – 15.
En este contexto, el rol del docente que tan debatido se ha hecho en nuestros días, es clave para promover los procesos metodológicos que permitan satisfacer las nuevas necesidades de un mundo globalizado e hiperconectado.
Es imposible seguir concibiendo una escuela “burbuja” en la cual los procesos de enseñanza aprendizaje se encuentren desligados del entorno social y natural inmediato y global; o una escuela “veedora” que ve su entorno, pero se siente desligada de él o, una escuela “víctima” que reconoce la problemática que le rodea, pero no se siente capaz de actuar frente a ella para desconstruirla y edificar una nueva realidad más justa, solidaria y sostenible. Es desde esta reflexión que surge la propuesta metodológica “Juntos”, producto de mi práctica educativa en estos últimos quince años y las múltiples experiencias que ha generado producto de la interacción con mis estudiantes y con compañeros de trabajo; así como con una sociedad que, a mi percepción, se sigue imaginando como desvinculada del resto del mundo.
Es por ello que presento una propuesta metodológica que más que única o tal vez original en todo su sentido, es una propuesta para no olvidar aquello que debe perdurar más allá de las llamadas nuevas metodologías activas que nos llevan a confundir y saturar entre su diversidad en donde pareciere que mientras más términos “nuevos” y “extranjeros” incluimos en nuestro diseño de experiencias de aprendizaje, mejor serán los resultados, cuando considero este como un pensamiento erróneo.
“Juntos” es mi contribución para los docentes de cualquier nivel educativo o especialidad que desean implementar el cambio hacia una ciudadanía global partiendo de su contexto inmediato, pero con oportunidades para salir de las aulas y que cada uno de nuestros estudiantes puedan descubrirse como actores (o constructores, para ser más precisos) de un nuevo mundo.
Dentro de esta propuesta las TIC tiene un rol importante como herramientas (nunca como centro, ese rol es para nuestros estudiantes), con un empleo adecuado facilitan el proceso metodológico expuesto y lo enriquecen permitiendo el desarrollo de estrategias que consiguen una visión más clara del entorno para realizar propuestas que se conviertan en soluciones tangibles. Aun con esto, sigo manteniendo mi postura que de forma amena y como lema suelo resumir en “metodología antes que tecnología”. Estoy convencida que, si bien las tecnologías son claves y el acceso a ellas como su adecuado empleo es ya un derecho que todo ser humano debe tener, pienso férreamente que de nada sirve su inclusión en el currículo si no responden a una metodología de cambio orientada a la construcción del mundo que necesitamos y merecemos.
Aunque en el cotidiano, las prácticas pedagógicas que son promovidas como innovadoras dicen sustentarse en el constructivimos, vemos cada vez un mayor impacto de otros paradigmas como el socio-constructivismo, el construccionismo y el conectivismo:
Soy consciente de que esta es una propuesta en desarrollo, de hecho, no pienso que pueda existir una propuesta metodológica acabada, tanto el mundo, como nuestros estudiantes y nosotros mismos vamos cambiando y, me gustaría decir evolucionando, por ello siempre existe la apertura a modificar o incluso desechar algo que en algún momento pensamos como bueno, correcto o necesario.
Si bien ya tengo algunos años aplicando esta propuesta metodológica en mis sesiones de clase y compartiéndola (implícitamente) en las diferentes ponencias o capacitaciones que he realizado, es la primera vez que podrá ser replicada en un proyecto global. Este año 2021, junto a mis colegas y amigos del colegio, buscamos implementar un proyecto internacional para el desarrollo de la ciudadanía global desde la escuela; por ahora no puedo brindar más detalles al respecto, pero agradezco la valoración que ellos, mis compañeros de trabajo quienes han visto los días más claros y también más oscuros, conocen mis limitaciones y mis fortalezas, son quienes han decidido que esta propuesta metodológica sea la que guíe nuestro proyecto orientado al desarrollo sostenible desde la acción escolar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Espero que en las siguientes semanas ya pueda contarles un poco más sobre esta nueva aventura en la cual nos estamos embarcando, mientras tanto, si llegaste hasta aquí, gracias por tu atención y que tengas un bendecido día.
Fuentes:
